2ª jornada: Tamragh-Tamri: Tráfico, viento y literatura comparada
Desayunamos a eso de las 8,30. Me puse, como es costumbre en mi, como un cerdo, pero era necesario comer fuerte y tener reservas para la jornada, que no iba a ser fácil. Huevos, pan, mucho pan, miel y mermelada. Unos pastelillos amarillos, que me quedé con las ganas de saber el nombre, pero parecían hechos con sémola. Té y más té. Llenamos las bolsas de agua con agua de Tamragh. Lo que viene a ser simple y llanamente agua del grifo y le añadimos unas gotas de desinfectante de agua. Salimos a las 12:30 de Tamragh. Craso error.
Continuamos por la carretera de Essaouira en dirección a Tamri donde nos quedaremos en casa de Habib. Una carretera que discurre por la costa y que podría ser muy agradable si no fuera por la cantidad de coches, camiones y autobuses que circulan por ella. De entre todos, los peores son los Grande Taxi, por la cantidad, por la velocidad y porque les importa un carajo quien vaya circulando. El autobús también se las trae y son de la filosofía de "yo soy más grande". No es raro ver adelantamientos en los que el adelantado circula a unos 100km/h, cosa que parece que les importa poco a los conductores de bus. Y no se trata de una carretera de doble carril ni nada por el estilo. No. Es una carretera de escasos 6-7 metros, haciendo un cálculo rápido. Lo que viene a ser una carretera secundaria normalilla, sin casi arcén. Los camiones. Qué decir de ellos ¡Ese calorcito que dan cuando pasan a tu lado y el humo negro que expulsan por el escape! ¡Divino! Aunque el que me pasó rozando, fue una renault express que le metió una sacudida a la bandera de seguridad que llevo sobresaliendo, a modo de distanciador, de la bici escasos 50cm.
Puño en alto, llamarlo por el nombre del cerdo, me pareció bastante adecuado y, aún mejor, que ni me oyera ni entendiera.
Dejamos de paso Taghazoute, donde paramos sólo a comprar algo de fruta y pan, y a probar fortuna con la bombona de gas que necesitamos para cocinar. Es pronto y un poco innecesario, según lo vemos, usar el hornillo multicombustible con gasolina para cocinar. Taghazoute es un buen sitio para abastecerse de todo, o casi todo, lo que se necesite, es un pueblillo grande y con una cierta afluencia turística.
Bastante antes de llegar al faro del Cabo Rhir, y de repente, empieza a soplar un fortísimo viento, constante y del noroeste de unos 60-70km/h, que nos daba por todos lados menos por detrás -cosa que hubiese sido de agradecer- y hace que dominar la bici y moverte con la carga que llevamos sea un trabajo muy, muy duro. Primera crisis de Ale, pero que solventa como una campeona. El esfuerzo es bastante grande y junto con los dolores en una rodilla que traía prácticamente del principio, una sensación de ansiedad, debida en parte al tener que circular entre tanto tráfico, y el viento, hace que estalle por un momento. Pero tiró para adelante sin más problema.
Realmente no es una carretera dura, aunque notas como te quedas pegado al suelo debido al tipo de pavimento.
Habib, el warmshower que nos dará alojamiento en Tamri, nos advirtió que saliéramos pronto, pues el viento a partir de las 13:00-14:00 solía ser muy fuerte. Y no es que no le hiciéramos caso, pero nuestros tiempos para ponernos en marcha son muy lentos todavía y más dejando la comodidad de un hotel.
Cuando empezamos a divisar lo que debía ser Tamri, todo cambió: Cesó nuestra exposición al viento porque la carretera se adentraba en tierra, no había tanto tráfico y la sensación de jornada completada aliviaba un poco. Por fin me dio por sacar la cármara y tirar las primeras fotos de compromiso.
Mientras sacaba las fotos pasa a nuestro lado un guiri con un bodyboard a la espalda. En toda esta costa se mueve bastante el surf y el kitesurf, aunque de esto último no he visto nada por ahora.
Efectivamente era Tamri. Siguiendo las indicaciones de Habib nos dirigimos hacia su casa y en un momento que nos paramos para ver dónde era, aparece calle abajo el guiri de antes, que resultó ser Baptiste, un warmshower suizo que lleva tres días en casa de Habib y cinco semanas en Marruecos. Entró por Tánger dirección Atlas, llegó hasta El-Aaiun y ahora está subiendo.
Habib fue todo un descubrimiento. Es un personaje. Un gran tío. Está preparando la tesis de su doctorado de Literatura comparada, con un trabajo sobre la influencia de los escritores de la Generación Beat americanos en los escritores de la misma época en Marruecos. Unos cuantos de los máximos exponentes de la Beat pasaron largos períodos en Tánger: Bowles,Burroughs, Ginsberg, Kerouac.
Es un activista para echar por tierra al rey y a toda la troupe que lo rodea, pero sabe que es un imposible y que después de los 33 días en los que ha estado en huelga junto con otros profesores en Rabat tiene claro que su vida en este país no tiene sentido y menos en Tamri, donde es profesor de instituto. Es bastante viajero; se ha recorrido media Europa, Turquía y parte de EEUU donde ha sido invitado en alguna ocasión a participar en reuniones de poetas. Ahora está preparando una para principios de Mayo en Tánger sobre la Beat Generation. Nos leyó parte de lo que será su disertación y ¡¡Uuuufff!! Yo, de ser Mohamed VI, lo detendría ;-)
Los días en su casa fueron tranquilos, entre taza de té y taza de té (fueron muchas y con mucho azucar y mucha menta) risas y mucha poesía. Comidas interesantes, cocinando con las bombonas de gas. También hubo día y medio de una pseudogripe o trancazo importante que retrasó la partida hacia el siquiente destino.
El día en que Habib se fue de casa para ir a Agadir y posteriormente a Casablanca, llegó su compañero de piso, Hamed, quien tras presentarse comenzó un zafarrancho de limpieza de baño, cocina, entrada del piso y después su habitación. Cuando acabó, apareció en la habitación de Habib, donde estábamos nosotros, con un tetera y fruta. Y ahí fue cuando se presentó completamente. Pareció una disertación. Nombre, apellidos, estado civil, familia (con sus datos precisos), titulación y dónde, profesión (con explicación de las materias que imparte) y no sé si algo más, todo en un perfectísimo francés que, en ocasiones, me parecía un perfectísimo birmano, pues no entendía nada. Hecho y dicho todo esto, se fue a su habitación a rezar. Un personaje extremadamente correcto y afable.
Dos días tardamos en hacer los 65 km de montaña que separan Tamri de Imouzzer. Se nos están haciendo tremendamente duros los tramos de montaña que, de añadido, llevan siempre viento en contra. Y que curiosamente siempre hay (dicen) dos subiditas ¿Subiditas? Tramos de subidas de 8-10km de subidas, bastante tendidas, pero con tramos muy largos en los que no queda otra que poner pie a tierra y empujar bastante tiempo. Pero no son dos subiditas , son cuatro o cinco.
Es verdad que seguimos verdes, aunque el de las barbas está cogiendo el ritmo un poco más rápido y le toca bajar menos a tierra, pero con 25 ó 30kg cuesta subir. El sol también te añade más trabajo en la chepa; a partir de las 11 empieza a ser duro pedalear, aparte que te hace depender más de tener agua suficiente y eso se traduce en llevar 5l extras.
Nos dijeron que antes de Imouzzer habría una bajada de casi 19km, por lo que, calculando, cuando atravesamos el cañón con el palmeral, precioso, por cierto, pensamos que ya estábamos llegando. Aprovechamos a lavarnos un poco allí, para no llegar hechos unos zorros al pueblo y porque era de agradecer refrescarse un poco.
Saliendo del cañón, prácticamente oscureciendo, nos encontramos otra señal de tráfico temible: la del cochecito subiendo una rampa. Nunca traen nada bueno y, efectivamente, esta tampoco lo iba a traer. Era la tercera de la jornada y nosotros estábamos físicamente rotos. Un par o tres de kilómetros más adelante y después de haber empujado más que pedaleado, incluso en partes casi planas, llegamos a otro poblado, Tiskij (o algo por el estilo), donde al rato nos apareció por primera vez en el viaje la amable figura del buscavidas, guía, primo del de la tienda de alfombras-o-de-lo-que-sea-que-necesites. Pero esta vez lo agradecimos, aparte porque en realidad era buen tío y no sólo porque no hiciera comentarios sobre Madrid o Barça. Se encargó de conseguirnos una habitación en un albergue con cena y desayuno.
2º día:
Imouzzer quedaba a 10 km todavía y era, como no, en subida. Entre foto, aquí y allí, y decansos, tardamos 4 horas en hacer la subidita. Cuando llegamos paramos en el primer café que encontramos, que resultó ser del mismo dueño del albergue y ¿a quién nos encontramos allí? a Ahmed, el buscavidas, con el que estuvimos rajando 2 horas. Entre tés, tajines y ensaladas se nos fueron 4 horas y pico. Tocaba encontrar sitio para acampar. Al final de otra subida encontramos un sitio, no es que fuera el mejor, era el único. Las montañas caen a pico a la cuneta así que encontrar un espacio llano es difícil. Pero el que encontramos tenía buenas vistas.
Dia siguiente:
Por la mañana nos despertamos a las 6 más o menos y antes de ponernos en marcha comenzó a llover; desmontar tienda no era muy aconsejable porque el tiempo había cambiado y no tenía aspecto de ser distinto a 40 km de allí, así que nos quedamos en la caseta, sin salir todo el día. No paró de llover ni un instante. Por la noche, ídem. Por momentos tocaba diluvio, por momentos sereno. Al poco entró en juego el querido viento con ráfagas de vendaval y más tarde la tormenta con aparato eléctrico. Las bicis al lado de la caseta; la caseta con varillas de duraluminio y la caseta en sí, sola, sin nada alrededor. Teníamos muchas papeletas de rayo, sobre todo cuando vimos el fogonazo y el trueno rompió el cielo dos segundos más tarde. Estaba encima. Mil vueltas a la cabeza y al final, que sea lo que Allah quiera, que esta es su tierra. Yo me tapo con el saco.
Conclusión de material: que la caseta es un auténtico pepino. Cero condensación y la estructura aguantó lo indecible sin estar con piquetas, sólo con tres vientos y con el peso nuestro y el del equipaje, que no es poco. el agua que entró fue porque una de las ventanas se abrió un poco con las embestidas del viento y por ahí colaba alguna gota.
Esta mañana:
En un momento de semitregua que nos dio el tiempo, desmontamos todo y cargamos bicis desandando parte del camino hasta un pequeño cafetín donde poder tomarnos un par de teteras y decidir qué hacer. Nos dio fuerte. Llegamos empapados al cafetín con las manos que no sentíamos los dedos y sin haber comido nada desde la cena anterior, un "fisco" de copos de avena con agua fría y una naranja.
Ya habíamos decidido hacer trampas y tirar en minibus hacia Agadir para el domingo hacer más trampas e ir a Marrakech, para luego seguir pedaleando hasta Nador. Nos dejamos el Atlas, lo que más me interesaba, pero viendo lo que nos falta por hacer y la fecha en la que tenemos que estar en BCN creemos que es lo mejor. Volveremos dentro de dos años al Atlas y nos lo haremos como se merece.
Ya llegados a Agadir y chafardeado, toca ver un poco de tele y lo que toca ahora es un programa de música en la que salen muchos cantantes vocoderizados ¡qué manía! y alguna que otra señora de edad vestida de Príncipe Valiente. En las noticias, El Rey Gordo, en foto o in person al estilo Paulino en la TVC y con mucha gente meneando banderas.
Bueno, a dormir.