Almería: ...en el Cabo de Gata
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Salimos de Nador y desembarcamos en el Puerto de Almería, con más de una hora de retraso, raspando la medianoche. Fuimos los primeros en desembarcar y es un gustazo el ver la complicidad de la tripulación, de la policia nacional comprobando los pasaportes y de la Guardia Civil:
- ¿Algo que declarar? - Sí, vamos a dar media vueta al Mundo, jajajaja. (contesta Alessandra) Me sorprendió. Ella, que es a la que siempre paran, haciendo bromitas con las autoridades. Risas por parte de estos. -Venga, suerte. En el paseo marítimo nos esperaba nuestra pareja de warmshowers, Maite y Martin. Encantadora pareja que nos daban alojamiento aquella noche y alguna más si hiciera falta. Charlamos durante un par de horas y, pese a ser tarde, nos pusieron al día de la ruta que teníamos que llevar y qué ver. También nos dejaron un par de mapas de la zona. A la mañana siguiente me levanté otra vez con la garganta fatal y una sensación parecida a lo ocurrido en Tamri: Debilidad, moquillo, dificultad para tragar... Desayunamos en el bar debajo de casa, en el paseo marítimo, viendo la playa enorme de Almería. Nos despedimos de Maite que se iba a trabajar y Martin nos ayudó a bajar las bicis y el equipaje de casa antes de él ir a hacer lo propio. ¡Gracias pareja y suerte en vuestro viaje al Cabo Norte! Antes de salir para San Miguel, hicimos un poco de turisteo por la ciudad que se redujo a visitar La Alcazaba; a comprar un par de bombonas de gas para cocinar ¡Por fin! en Deportes Diagonal con muy buen rollo; y a comernos un bocata por fuera del súper al más puro estilo cicloviajero de pillar y comer para no cargar. Mis mocos seguían cayendo como si de una fuente se tratara. Por momentos tenía frío, pese al sol que era muy fuerte. Con tranquilidad nos pusimos en marcha por el larguísimo paseo marítimo. ¡Espectacular! Almería es una gozada para moverse a pedales. En la ciudad hay que tomárselo con calma, ¿de qué manera si no? ya que los peatones poco menos que se han hecho con el carril bici, mientras el resto de espacios permanecen libres. Sigo pensando de todas formas que el sitio de la bici es la calzada, en contacto respetuoso con los otros protagonistas de la ciculación, aunque moverte durante kilómetros casi sin compartir calzada con el tráfico no tiene precio. Por el camino nos encontramos con un ciclista súper amable, Antonio Lamarca, que nos guió durante un buen rato por el camino hacia S. José, donde pensábamos llegar. Ilusos nosotros. Con suerte llegamos a S.Miguel del Cabo de Gata, donde pasamos tres días reposando el pseudogripazo que llevaba. De ahí en adelante recorrimos toda la costa, San Miguel, San José, Las Negras, Carboneras y finalmente Mojácar
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